Ney López, el adiós a una leyenda de las pesas

Ney López, el adiós a una leyenda de las pesas

A sus 96 años falleció en Cali Ney López, pionero del levantamiento de pesas en Colombia y alma alegre de lo que hoy muchos conocen como el fitness vallecaucano.

Como dato irónico, cuando muchos afirman que el mundo del deporte vallecaucano y colombiano se tiñe de nostalgia con la partida de José Ney López Belalcázar, el primer pesista colombiano en abrirse paso en los Juegos Olímpicos, él diría que, en su vida deportiva, que empezó desde muy temprana edad, no conoció como deportista lo que fue el apoyo de la institucionalidad.

Sin embargo Ney se convirtió en una figura entrañable para varias generaciones que lo vieron no sólo levantar kilos, sino levantar espíritus, sonrisas y conciencia sobre el poder del ejercicio y la salud.

Disciplina y pasión

Ney, como todos lo llamaban, nació en Palmira el 30 de septiembre de 1929, pero hizo de Cali su casa y de la calle 5 con 22, su templo. Ahí construyó con sus propias manos un gimnasio de tres pisos cuando nadie hablaba de fitness ni sabía lo que era el wellness.

Diseñó sus propias máquinas, entrenó a jóvenes y adultos, y fundó algo mucho más poderoso que un centro deportivo: una escuela de vida. Era normal verlo con diferentes grupos de personas subiendo por la ‘calle del muerto’, en el barrio Miraflores, hasta Cristo Rey. Para él el ejercicio era sinónimo de vida. Se podría decir que mucho antes de que existiera la fiebre del de running, ya él entrenaba con hombres y mujeres de diferentes edades lo que era correr en las calles caleñas.

Pero lo suyo no fue solo hierro y sudor. Fue un hombre alegre, dicharachero, buen bailador y mejor conversador. Caminaba por los barrios Alameda y San Bosco con la calma del que ha vivido bien y con la firmeza de quien sabe que lo importante no es llegar primero, sino dejar huella.

Un poco de su historia

Y vaya que la dejó. En Melbourne 1956; en los VIII Juegos Centroamericanos y del Caribe en 1959, en Venezuela y Roma 1960, Ney compitió por Colombia en los Juegos Olímpicos, alcanzando el noveno puesto en la categoría de peso ligero, el mejor resultado nacional hasta entonces en esta disciplina. “La fuerza no se mide solo en kilos”, decía. “Se mide en carácter”.

Pese a su brillante carrera, el apoyo del Comité Olímpico Colombiano fue nulo. Perú le tendió la mano en más de una ocasión. Nunca guardó rencor. Fue un hombre de carácter firme, crítico sin amargura, y siempre dispuesto a enseñar.

Si bien Cali, fue la ciudad de sus amores, también tuvo tiempo para vivir durante algunos años en Barranquilla; ya en su época adulta en el corregimiento La Leonera, en la vereda El Pato. También, encontró otro refugio en Sevilla, al norte del Valle. Dos lugares que lo enamoraron por la calma, el clima y la posibilidad de estar en contacto con la naturaleza.

Aun así, jamás dejó de regresar a su querido barrio Alameda, donde era habitual verlo llegar a su gimnasio, en los últimos años rentado a deportistas que encontraban en este espacio no sólo el lugar ideal por su ubicación sino el aura de un campeón. Era normal que se parara a dirigir a los vecinos, a entregar tips para: la resistencia, la forma de respirar, la forma de ganar masa muscular, la manera de alimentarse y hasta para llegar «a los 96 como un roble». Se le veía caminar erguido y rápido, como una forma de predicar con el ejemplo.

Adiós a una leyenda

Tuvo cinco hijos que hoy lo sobreviven: José, Francia, Fanny, Ney y Edwin. Uno de ellos, Fanny López, con quien convivió en sus últimos años afirmó: “Mi papá fue un adelantado a su tiempo. Puso gimnasios cuando nadie hablaba de eso, motivó a la gente cuando el deporte no era prioridad nacional. Es triste que nunca se le reconociera como pionero”.

Ney López fue uno de los deportistas que más aportó a la halterofilia en el Valle y en Colombia. En los años 60 y 70 compartió entrenamientos e historias con Chalo Malagón, otro gigante del deporte vallecaucano. Los encuentros entre ellos eran puro oro: dos leyendas recordando entre risas lo que fue alzar una barra en tiempos donde los recursos eran escasos, pero la pasión abundaba.

Salomón Malagón, hijo de Chalo, aún recuerda cómo, de niño, se colaba al Coliseo Evangelista Mora para ver a Ney y a su papá entrenar: Ese lugar era mágico. Ney López fue amigo de toda una vida”.

En sus últimos días, Ney López estuvo internado en una clínica de Cali por cálculos en la vesícula. El retraso en la atención complicó su salud. Tenía 96 años, pero siempre se le vio activo, con una historia para contar, un consejo que dar o una sonrisa por regalar.

Se fue un pionero, sí. Pero también se fue un hombre bueno, de esos que hacen falta. De esos que no necesitan medallas para ser grandes.